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La cuestión del tiempo- C.S. Lewis



Por mera, muy mera casualidad me vine a topar con “Mero Cristianismo”, un libro escrito por C.S. Lewis adaptado de una serie de charlas realizadas en 1943 y transmitidas por la BBC mientras Lewis se encontraba en Oxford durante la Segunda Guerra Mundial. Este libro es considerado como un clásico sobre apologética cristiana.


Y, realmente no es que no quiera escribir una breve reseña, pero considero imposible querer resumir todo lo que aquí se habla. Para ser honesta, lo que más me ha cautivado es su forma “no cristiana” de explicar, ya que si no mal recuerdo, C.S. Lewis se consideraba ateo en su juventud, así que, no desliga su forma “racional” (si se puede decir así) o desde una perspectiva no de fe (es mejor de esta manera) para abordar los temas relacionados a la fe cristiana.


El contenido está dividido en 3 libros y cada uno en capítulos, pero para esta ocasión, solo me voy a quedar con el capítulo 3 del libro 4: Tiempo y más allá del tiempo. A mi parecer, no tengo muchos comentarios qué hacer, puesto que tal cual, me ha parecido muy interesante y solo quiero compartirlo.


Una idea muy tonta es esa de que al leer un libro, no debes “saltarte” partes. Toda la gente sensata se salta con toda libertad los capítulos que a su parecer no le van a servir de nada. En este capítulo voy a hablar acerca de algo que puede significar alguna ayuda para ciertos lectores, pero que para otros puede parecer una mera complicación innecesaria. Si alguien pertenece a la segunda clase de lectores, le aconsejo no molestarse en absoluto con este capítulo, y pasar al siguiente.


En el último capítulo tuve que tocar el tema de la oración, y mientras todavía está fresco en sus mentes y en la mía, me gustaría referir me a una dificultad que algunas personas tienen frente a toda la idea de la oración. Un hombre me la hizo presente diciendo, “puedo creer en Dios, pero lo que no me puedo tragar es la idea de El a tendiendo a varios cien tos de millones de seres humanos q u e se dirigen a Él al mismo tiempo”. Y me he encontrado con mucha gen te que siente esto.


Ahora bien, lo primero que hay que advertir es que toda la fu erza de esa idea está en las palabras al mismo tiempo. La mayoría de nosotros se puede imaginar a Dios a tendiendo cualquier cantidad de suplicantes si tan sólo se presentaran de a uno y El tuviera un tiempo sin fin para ello. Así es que lo que en verdad está tras esta dificultad es la idea de Dios teniendo que meter demasiadas cosas en un solo instante de tiempo.


Eso, por supuesto, es lo que nos sucede a nosotros. Nuestra vida nos llega momento a momento. Un momento desaparece antes de que venga el siguiente; y en cada uno hay espacio para muy poco.


Así es el Tiempo. Y, por supuesto, ustedes y yo tendemos a dar por sentado que estas series de Tiempo -esta disposición de pasado, presente y futuro- no constituyen simplemente la forma en que la vida llega a nosotros, sino la forma en que todas las cosas existen. Ten demos a asumir que todo el universo, y Dios mismo, siempre se están moviendo del pasado al futuro, igual que nosotros. Pero muchos hombres doctos no están de acuerdo con eso. Fueron los teólogos los que primero empezaron con la idea de que algunas cosas no están en absoluto en el Tiempo; más tarde la continuaron los filósofos; y actualmente algunos científicos hacen lo mismo.


Casi con toda certeza, Dios no está en el Tiempo. Su vida no consiste de momentos que se siguen unos a otros. Si un millón de personas Le están rezando a las diez y media esta noche, El no necesita escucharlas a todas en ese pedacito que llamamos las diez y media. Las diez y media -y todos los demás instantes desde el inicio del mundo- son siempre el Presen te para El. Si quieren ponerlo así, Él tiene toda la eternidad para escuchar esa fracción de segundo de oración que dice un piloto mientras su avión se estrella en llamas.

Es difícil, lo sé. Déjenme intentar mostrarles algo, no lo mismo, pero parecido en cierta forma. Supongamos que estoy escribiendo una novela. Escribo “María dejó lo que estaba haciendo; al momento siguiente, alguien golpeó la puerta”. Para María, que tiene que vivir en el mundo imaginario de mi historia, no hay intervalo entre dejar su trabajo y escuchar el golpe. Pero yo, que soy el hacedor de María, no vivo para nada en ese mundo imaginario.


Entre escribir la primera mitad de esa frase y la segunda, puedo sentarme durante tres horas y pensar continuamente en María.


Podría pensar en María como si fu era el único personaje del libro y tanto como quisiera, y las horas pasadas en eso no aparecerían en el tiempo de María (el tiempo de la historia).

Por supuesto, ésta no es una ilustración perfecta. Pero puede permitir vislumbrar lo que creo que es la verdad. Dios no anda apurado en la corriente del Tiempo de este universo, como no lo está un autor en el tiempo imaginario de su novela. Tiene infinita a tención para dar a cada uno de nosotros. No tiene que ocuparse de nosotros en masa. Estás tan a solas con El como si fueras el único ser que El hubiera creado. Cuando Cristo murió, murió por ti individualmente, como si hubieras sido el único hombre del mundo.


En lo que mi ilustración se cae en pedazos, es en esto: en ella el autor sale de una serie temporal (la real). Pero Dios, según creo, no vive en ninguna serie temporal. Su vida no se escurre de momento en momento como la nuestra: con El es, por así decirlo, todavía 1920 y ya 1960. Porque Su vida es El mismo.


Si se representan el Tiempo como una línea recta a lo largo de la cual debemos viajar, entonces deben representarse a Dios como toda la página en la que está dibujada la línea. Nosotros llegamos a las distintas partes de esta línea una por una: tenemos que dejar atrás A antes de llegar a B, y' no podemos alcanzar C h asta haber dejado B atrás. Dios, desde arriba o desde fuera o todo alrededor, con tiene toda la línea, y la ve entera.


Vale la pena intentar aprehender esta idea, porque elimina algunas dificultades aparentes del cristianismo. Antes de hacer me cristiano, una de mis objeciones era la siguiente: los cristianos decían que el Dios eterno que está en todas partes y hace funcionar todo el universo, en cierto momento se hizo un ser humano. Bien, entonces, decía yo, ¿cómo siguió funcionando el universo mientras El era un bebé, o cuando dormía? ¿Cómo podía El ser al mismo tiempo el Dios que lo conoce todo y un hombre que les preguntaba a sus discípulos, “quién me tocó”? Advertirán que el punto está en las palabras que indican temporalidad: “mientras El era un bebé”; “¿Cómo podía El ser al mismo tiempo?” En otras palabras, yo estaba asumiendo que la vida de Cristo como Dios estaba en el tiempo, y que Su vida como el hombre Jesús en Palestina era un período más corto sacado de ese tiempo, tal como el período en que serví en el ejército fue una parte sacada de la totalidad de mi vida.


Y así es como la mayoría de nosotros tiende a pensar el asunto.


Nos imaginamos a Dios viviendo un período en que Su vida humana estaba en el futuro; luego llegando a un período en que El podía mirarla hacia atrás como algo del pasado. Pero probablemente esto no corresponde a nada en los hechos reales. La vida terrenal de Cristo en Palestina no se puede poner en ningún tipo de relación temporal con Su vida como Dios más allá del espacio y del tiempo. Sugiero que es realmente una verdad eterna acerca de Dios el que la naturaleza humana, y la experiencia humana de debilidad y sueño e ignorancia, están de alguna manera incluidas en la totalidad de Su vida divina. Desde nuestro punto de vista, esta vida humana en Dios es un período particular de la historia de nuestro mundo (desde el año 1 D.C. hasta la crucifixión). En consecuencia, la imaginamos también como un período en la historia de la propia existencia de Dios. Pero Dios no tiene historia. Es demasiado completa y totalmente real para tenerla. Porque, por supuesto, tener historia significa perder parte de tu realidad (ya que se ha ido en el tiempo, se ha quedado en el pasado) y no tener todavía otra parte (ya que aún está en el futuro); de hecho, no tener nada sino el pequeñísimo presente, que se ha ido antes de que puedas hablar de él. Dios no quiera que pensemos que Dios es así. Hasta nosotros podemos esperar que no estaremos siempre racionados en esa forma.


Otra dificultad con la que nos topamos si creemos que Dios está en el tiempo, es ésta: todos los que creen en Dios creen que El sabe lo que ustedes y yo vamos a hacer mañana. Pero si El sabe que voy a hacer esto y lo otro, ¿cómo voy a ser libre para hacer otra cosa?

Bien, otra vez aquí la dificultad viene de pensar que Dios - al igual que nosotros- está avanzando por la línea del Tiempo, con la única diferencia de que El puede ver hacia adelante, y nosotros no. Bien, si eso fuera verdad, si Dios previera nuestros actos, sería muy difícil comprender cómo podríamos ser libres para no hacerlos. Pero supongamos que Dios está afuera y por sobre la línea del Tiempo. En ese caso, lo que llamamos “mañana” es visible para El del mismo modo en que lo es lo que llamamos “hoy”. Todos los días son “Ahora” para El. No es que El te recuerde haciendo cosas ayer; El simplemente te ve haciéndolas, porque aunque tú hayas perdido el ayer, El no lo ha hecho. El no te “prevé” haciendo cosas mañana; simplemente te ve haciéndolas, porque aunque el mañana no ha llegado aún para ti, sí lo ha hecho para El. Nunca has creído que tus acciones de este momento son menos libres porque Dios sabe lo que estás haciendo. Bien, El conoce lo que harás mañana de la misma manera, porque ya está en el mañana y simplemente puede observarte. En cierto sentido, El no conoce tu acción hasta que la has hecho; pero entonces el momento en que la has hecho ya es “Ahora” para El.


Esta idea me ha ayudado bastante. Si no los ayuda a ustedes, déjenla. Es u n a “idea cristiana” en el sentido de que grandes y sabios cristianos han creído en ella y no tiene nada contrario al cristianismo. Pero no está en la Biblia ni en ninguno de los credos.


Se puede ser un buen cristiano sin aceptarla, o en verdad sin pensar para nada en el asunto.


Si también les parece interesante, les recomiendo leer el libro completo, o escucharlo en Spotify, como yo hice.

Xiomy M.


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